Las pasiones humanas son un misterio, tanto es así que quién las siente no puede explicarlas y quién no las ha vivido, no puede entenderlas. Pasiones hay muchas, subir a una montaña y jugarse la vida sólo para pararse en la cima; arruinarse para conquistar el corazón de una persona que no lo merece; empeñar hasta la ropa para seguir jugando al azar. Mi madre siempre dijo que ojalá la mía no me llevara por la mala vida, porque me tiraría de cabeza. Vaya, me he desviado… Lo dicho, pasiones hay tantas como seres humanos.

Fotografía: Pitagorasfotos.com

La de David Rodríguez Romero es tocar la guitarra flamenca. Dice su madre que tenía tres años cuando ya la agarraba y debe ser así porque cuando la coge, lo hace con tanto respeto y admiración que sus largas manos de adolescente se adaptan a las cuerdas como si fuera en él algo natural. Sí, David es un genio, tímido, de limpia mirada y de pocas palabras porque este instrumento habla por él.

A penas con 10 años, entró en la Escuela Municipal de Música y ya tocaba como los ángeles. La técnica que su mente aún no había aprendido, la suplía con el corazón. Mientras otros adolescentes buscan la calle para aprender de la vida, él busca los ‘tablaos’ porque no hay otra vida de la que quiera saber que la que suena cuando las cuerdas comienzan a vibrar. Se mueve entre los grandes del mundo del flamenco con respeto. Sólo busca en una actuación que su guitarra y él sean uno. Y por Dios que lo consigue.

Fuente: PitágorasFotos.

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